miércoles, 1 de julio de 2009

Chavez. La pesadilla de Bolívar

¿Qué queda hoy de la América soñada por Bolívar? Muy poco: resabios del catolicismo, la lengua española -dominante pero ya no única-, ciertas tradiciones indígenas, algunas instituciones y un conjunto de democracias aquejadas por numerosos problemas, el mayor de los cuales es la desigualdad. Políticamente, la situación no es mejor.

México, hasta hace no mucho cabeza de la región, ya ha dejado de formar parte de América Latina: para bien o para mal, su integración se lleva a cabo con Estados Unidos y Canadá y, si bien el NAFTA no contempla ninguna integración real, la migración y la dinámica social de sus miembros apuntan a un proceso irreversible. En Suramérica, en contraste, se han puesto en marcha incipientes procesos de unidad, jalonados por el liderazgo que se disputan -de manera tan feroz como sigilosa- la Venezuela de Chávez y el Brasil de Lula.

Ha sido Chávez quien más se ha esforzado por resucitar la figura de Bolívar, al grado de presentarse como su reencarnación. Para entender el extraño régimen que ha creado en Venezuela -mezcla de democracia, socialismo, autoritarismo y populismo-, resulta necesario estudiar la forma como ha reinterpretado el legado bolivariano, contaminándolo con un marxismo primario y asociándolo con su fobia antiestadounidense.

En cada momento difícil, Chávez ha buscado a ese Bolívar terminal, sometido a la ambición de los caudillos regionales, víctima de golpes de Estado e intentos de asesinato. Pero, pese a sus tentaciones autoritarias, Bolívar jamás acumuló un poder como el de Chávez. En términos de política exterior, el neobolivarianismo de Chávez tampoco es un proyecto integrador, sino una herramienta por la cual un solo país, rico en recursos petroleros, trata de influir en sus Estados subsidiarios.

El espíritu del Congreso de Panamá queda muy lejos: Chávez usa su posición para conseguir acuerdos regionales, valiosos en algunos términos pero que, dada su naturaleza hiperideológica, jamás alcanzarán a los países que le son desafectos.

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